Desgraciadamente frecuentes, los errores de diagnóstico y de tratamiento hacen que se pierdan oportunidades de curación

Para valorar la conducta de los profesionales sanitarios, es necesaria la prueba del error o de la negligencia médica, y ésta se produce, cuando no se ha puesto a disposición del paciente los medios adecuados tanto diagnósticos como de tratamiento que le son exigibles. Por ello, la Jurisprudencia señala que la obligación del profesional médico es de medios, no de resultado. Así lo ha venido manifestando el Tribunal Supremo al señalar que: «la lex artis de la profesión médica exige que la conducta del profesional sanitario, como experto, ponga a disposición del enfermo todos los medios materiales de que dispone. También debe prever, de forma anticipada, las posibles complicaciones y evolución de la patología que trata de curar. Aquí es donde podemos cifrar la negligencia del técnico».

Esto significa que el médico se compromete no solo a aplicar las técnicas previstas para una determinada patología con arreglo a la ciencia médica, sino a hacerlo con el cuidado y precisión exigible de acuerdo con las circunstancias y los riesgos inherentes a cada actuación. Y, en particular, a proporcionar al paciente la información necesaria que le permita consentir o rechazar una determinada intervención.

Esto es lo que se conoce como «lex artis» aplicable al caso concreto, para obtener diligentemente la curación del enfermo. Y ello, aunque no pueda garantizarse nunca el resultado.

Por ello, no toda negligencia médica por error de diagnóstico o tratamiento da lugar a responsabilidad. Para que constituya una fuente de responsabilidad, es necesario que, como consecuencia del error, no se haya procurado al paciente la asistencia sanitaria exigible.

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